Lee la siguiente lista de poetas andaluces, busca un poema de alguno de ellos y publícalo en comentarios:
1.- PILAR PAZ PASAMAR
2.- FRANCISCO ONIEVA
3.- ANTONIO MACHADO
4.- FEDERICO GARCÍA LORCA
5.- RAFAEL BALLESTEROS
6.- ELENA MARTÍN VIVALDI
Ana 5ºB
ResponderEliminarVERDE QUE TE QUIERO VERDE.
Verde que te quiero verde
verde viento verdes ramas
el barco sobre la mar
el caballo en la montaña.
Verde, que yo te quiero verde.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en la baranda
verdes carne, pelo verde
su cuerpo de fría plata.
Compadre quiero cambiar
mi caballo por tu casa
mi montura por tu espejo
mi cuchillo por tu manta.
Compadre vengo sangrando
desde los Puerta de Cabra
y si yo fuera mocito
este trato lo cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa
dejadme subir al menos
hasta las altas barandas.
Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
Compadre donde está dime,
donde está esa niña amarga
cuantas veces la esperé
cuantas veces la esperaba
Federico García Lorca.
Nadia 5ºB
ResponderEliminarComo un aire suave que el verano
nos deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos, ausente, la primicia
de un otoño amarillo y más cercano.
Como un agua que llega hasta la mano,
sedienta de esperanza, y la delicia
de su frescura por la sangre inicia,
y calma el corazón. Así, lejano,
en brisas de nostalgias florecido,
el ala de un recuerdo, silencioso,
ha rozado mi alma, y, suavemente,
desde el umbral oscuro del olvido,
un sueño, de su noche, milagroso,
llega claro a mi sed con voz ausente
Nerea 5ºB
ResponderEliminarALBA
Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.
Nerea 5ºB
ResponderEliminarALBA
Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.
Diego 5ºB
ResponderEliminarA PABLO NERUDA, RODEADO DE FANTASMAS
Árbol de Sangre riega la mañana
por donde gime la recién parida.
Su voz deja cristales en la herida
y un gráfico de hueso en la ventana.
Mientras la luz que viene fija y gana
blancas metas de fábula que olvida
el tumulto de venas en la huida
hacia el turbio frescor de la manzana,
Adam sueña en la fiebre de la arcilla
un niño que se acerca galopando
por el doble latir de su mejilla.
Pero otro Adán oscuro está soñando
neutra luna de piedra sin semilla
donde el niño de luz se irá quemando.
Beatriz 5ºB
ResponderEliminarELENA MARTÍN VIVALDI
Como un aire suave que el verano
nos deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos, ausente, la primicia
de un otoño amarillo y más cercano.
Como un agua que llega hasta la mano,
sedienta de esperanza, y la delicia
de su frescura por la sangre inicia,
y calma el corazón. Así, lejano,
en brisas de nostalgias florecido,
el ala de un recuerdo, silencioso,
ha rozado mi alma, y, suavemente,
desde el umbral oscuro del olvido,
un sueño, de su noche, milagroso,
llega claro a mi sed con voz ausente.
Rafa 5ºB
ResponderEliminarMi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.
Granada, abril de 1919
Paula Reinaldo Fernandez 5ºB
ResponderEliminarARBOLÉ, ARBOLÉ...
Arbolé, arbolé
seco y verdé.
La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.
Arbolé arbolé
seco y verdé.
autógrafo
Federico García Lorca
Marta Luna Solis LLUVIA
ResponderEliminarLa lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.
Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!
Paula Sánchez Burgos 5ºB
ResponderEliminarComo un aire suave que el verano
nos deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos, ausente, la primicia
de un otoño amarillo y más cercano.
Como un agua que llega hasta la mano,
sedienta de esperanza, y la delicia
de su frescura por la sangre inicia,
y calma el corazón. Así, lejano,
en brisas de nostalgias florecido,
el ala de un recuerdo, silencioso,
ha rozado mi alma, y, suavemente,
desde el umbral oscuro del olvido,
un sueño, de su noche, milagroso,
llega claro a mi sed con voz ausente.
Marina 5B
ResponderEliminarDesgarrada la nube; el arco iris
brillando ya en el cielo,
y en un fanal de lluvia
y sol el campo envuelto.
Desperté. ¿ Quién enturbia
los mágicos cristales de mi sueño?
Mi corazón latía
atónito y disperso.
...¡El limonar florido,
el cipresal del huerto
el prado verde, el sol, el agua, el iris!..
¡el agua en tus cabellos!...
Y todo en la memoria se perdía
como una pompa de jabón al viento.
Andrea 5ºB
ResponderEliminarEl sol, por estas tierras,
no pone de oro el fondo de las fuentes,
ni siquiera de plata los recuerdos
que caen como caspa en mi chaqueta
y deshacen lo poco que me queda de España:
las siestas en el patio sevillano
de mi infancia,
los campos de Castilla de mi primer amor
-con el tiempo se muestra reincidente-,
la Baeza soñolienta
o el Madrid de mi hermano, mi Manuel,
de Mairena, los mítines,
las manifestaciones y entrevistas
de apoyo a la República.
Cómo envidio, José, a los pescadores
de estas casas, que viven
…………………………………….libres
de las preocupaciones que desangran los labios.
Se adhiere a las ventanas un salitre
que al mediodía baila en nuestros ojos
y sugiere que en el interior
amanece
con un olor a leche bien caliente,
y a bollería.
Te confieso, José, aunque no lo creas,
que necesito aproximarme
a una visión más cercana del mundo,
si quieres más humana y comprensiva,
que sepa valorarlo
en sus detalles más pequeños,
y que a nadie parecen importar,
que olvide que la vida, aunque nos cueste,
acostumbra a mostrarnos
nuestra parte más húmeda,
con una sensatez de cirujano,
ahondando en la sangre de los que ya se fueron
y de los que nos vamos ligeros de equipaje.
FRANCISCO ONIEVA
Barbara 5ºB
ResponderEliminarLlegas como cualquier amanecer,
mezcla frágil de sueños, frío y luz.
Desnuda te derramas suavemente
sobre la piel. Sin ruido.
Te entregas, con arena en tus palabras,
perdiéndote en el pozo
de unos brazos que tienen la cadencia
de la espuma del mar.
Levantas con tus manos castillos de papel,
pentagramas de jaras,
la marea de los charcos sin límite
y las alas quebradas del deseo.
Tú, guía, que presentas el anverso
de la ciudad y de sus luces,
la penumbra del labio amado,
y traes a los sueños
el aroma de las escurridizas
leyendas infantiles.
No bastan las cenizas que se vierten
sobre el tallo sesgado del jazmín
ni el aire que se escapa a bocanadas
por las rendijas entreabiertas
del cielo.
La vida es una torpe elipsis
y nos cuesta.
FRANCISCO ONIEVA
Paula 5B
ResponderEliminarLlegas como cualquier amanecer,
mezcla frágil de sueños, frío y luz.
Desnuda te derramas suavemente
sobre la piel. Sin ruido.
Te entregas, con arena en tus palabras,
perdiéndote en el pozo
de unos brazos que tienen la cadencia
de la espuma del mar.